El Déficit de Atención en niños es un diagnóstico popular que la mayoría de la gente conoce. No obstante, hay una variación de este trastorno que ha pasado algo desapercibido, y cuyas características son las siguientes:
Criterios diagnósticos del TDAH-P (Trastorno por Déficit de Atención en Padres)
1. Seis o más de los siguientes síntomas de desatención han persistido por lo menos durante 6 meses con una intensidad que es desadaptativa e incoherente en relación con el nivel de desarrollo de sus hijos:
Seis o más de los siguientes síntomas de hiperactividad-impulsividad han persistido por lo menos durante 6 meses con una intensidad que es desadaptativa e incoherente en relación con el nivel de desarrollo de sus hijos.
Este trastorno no se encuentra descrito en ningún manual de clasificaciones diagnósticas. Es más, me lo acabo de inventar, pero para ello no he tenido más que ir sustituyendo dos o tres palabras de cada criterio de la descripción oficial del TDAH (enlace) No obstante, y aunque no exista oficialmente, es un problema habitual, que puede darse en padres y madres de niños clasificados como “problemáticos”. Una variante de este problema lo sufren algunos maestros de escuelas de niños pequeños, cuando muestran un evidente déficit de atención a las necesidades propias de los niños pequeños de sus aulas. Ambas versiones, generan una influencia muy perjudicial en los niños pequeños y en su desarrollo, pudiendo alterar el mismo hasta el punto de provocar lo que sí cuadraría entonces con un TDAH o incluso, con otros trastornos aún más graves.
Proponer en el futuro DSM este trastorno sería un proyecto totalmente inviable. Sin duda, realizar una clasificación diagnóstica tan agresiva como la expuesta anteriormente, resultaría sumamente culpabilizante para los padres. Al fin y al cabo, nadie hace esto intencionadamente, y es obvio que la gran mayoría de padres pretenden lo mejor para sus hijos, por lo que ponerles una etiqueta similar podría ser traumatizante y avergonzante. Normalmente, falta mucha información sobre cómo llevar a cabo una crianza desde el apego, no basada en el castigo, y respetando en todo momento la naturaleza de los niños. Pero, no es justo que esta desinformación genere un daño irreversible en los niños, futuros adultos y padres de nuevos niños.
A modo de reflexión, creo que sería bueno prestar algo más de atención a la parte parental en las clasificaciones diagnósticas infantiles. Si culpabilizaría a un padre recibir este diagnóstico (¿ficticio?) en una consulta de psicología, ¿os imagináis lo que puede hacer sobre un niño? ¿Diagnosticar un trastorno basado en el movimiento “excesivo” y la inquietud?
Personalmente, me ha costado años de profesión y práctica clínica llegar a la conclusión de que tenemos un cajón de sastre cómodo con el diagnóstico del TDAH. Por defecto, los profesionales debemos asumir y aceptar esta etiqueta, y hablar de ella respetuosamente, ofreciendo tratamientos a los niños que la llevan, basándonos exclusivamente en una descripción de síntomas que sin duda, pueden confundirse con el desarrollo de un niño normal. Pero si fuéramos mínimamente sensibles con la condición infantil, y coherentes con lo que sabemos sobre el desarrollo, ¿es realmente un trastorno infantil? ¿es ético extraer de la ecuación en el diagnóstico al sistema familiar? ¿un niño es independiente de lo que sucede en su entorno?
Pueden existir realmente verdaderas alteraciones neuropsicológicas que afecten al desarrollo y que se concentren en el área atencional pero, ¿y si no son más que diferencias? ¿necesariamente un niño que se mueve mucho más que otros o que aguanta menos tiempo de concentración en tareas (declaradamente) aburridas es un niño trastornado? ¿Tiene un déficit de atención o es simplemente una configuración diferente de sus mecanismos de aprendizaje? Empieza a haber evidencia científica en este sentido (http://psicologiayneurociencia.com/2015/08/10/los-ninos-con-tdah-aprenden-con-movimiento/) y seguro se debe a la visión crítica de algunos profesionales con este asunto. Sea como sea, en las evaluaciones o tratamientos infantiles, nunca deberíamos despreciar la influencia sistémica, por lo que cualquier diagnóstico de estas características, aunque solo sea por compasión, debería ser un diagnóstico del niño y sus padres compartido.
Artículo escrito por Nerea Bárez (psicóloga)